La candidata al Senado por el Partido Popular, Mª Carmen Dueñas, nos ilustra últimamente con una serie de propuestas y medidas en el terreno educativo, caso, como es habitual, que su partido salga vencedor en las Elecciones Generales del 9 de marzo. Ya lo decía el líder popular Mariano Rajoy: “que propondrá a las comunidades autónomas un programa de enseñanza del inglés, garantizará por ley la enseñanza en castellano en toda España –parece como si viviéramos en otro país- y apostará por un bilingüismo integrador”. Dueñas, con la lección aprendida, incluso hablaba de un sistema transparente basado en los resultados y que se recupere la autoridad del profesor, ¿cómo se logrará eso?, bueno lo importante ahora es prometerlo.
Ante la perorata de “mentirijillas” y verdades a medias, porque ya me dirán ustedes qué castellano puede estudiar un niño en Cataluña si Rajoy tiene que pactar con los nacionalistas Artur Más o Rovira, para alcanzar el poder, como viene ya siendo costumbre gobierne PP o PSOE. Uno, como ciudadano y representante de un partido –UpyD- que propugna la recuperación de las competencias educativas por el Estado, se siente cuanto menos molesto, por no decir indignado y al borde de la depresión profunda; pero ¿cómo van a estudiar inglés señor Rajoy si en el País Vasco los niños no saben hablar ni en español?
Con la LOE de 2/2006, se llevan seis leyes educativas no universitarias desde el advenimiento de la democracia en este país de locos. Los bandazos de las últimas décadas, sin un acuerdo de Estado, con dos leyes del PSOE y otra del PP que no se llegó a aplicar, muestran a las claras en manos que quién estamos, o mejor dicho, la incompetencia supina de quienes deben regular la futura formación de nuestros jóvenes, entre otras cosas no más importantes.
Ana Pastor –PP- le echa la culpa a la ley educativa aprobada a principios de los noventa por el PSOE, porque ha acabado con el esfuerzo. Rodríguez Zapatero argumenta que la culpa la tienen los padres y durmió sin sedantes aquella noche –igual hubiese dicho que la culpa era del Chacachá- El caso, es que entre iluminados y poseídos, acabó imponiéndose el criterio de algunos pedagogos intergalácticos, eliminando de los niños toda carga de responsabilidad y toda obligación, no fuese a ser que le creáramos un trauma; así que nada, todos a pasar de curso felices y asunto concluido. Cuanto más “tonta” sea la sociedad menos preguntas se harán con respecto a los políticos y más fácil será su manejo para ganarles el voto.
Aquí, lo que prima para las mentes de quienes por desgracia rigen los destinos del Estado Español, instalados en el bipartidismo –ya sea PP o PSOE- que se dejan chantajear continuamente por cuatro nacionalistas que tienen “patas arriba” y al borde del caos al país, es el deseo ardiente de cambiar todo lo que suene al Gobierno saliente, funcione bien, mal o regular y así nos luce el “pelo” a todos.
Los alumnos españoles que terminan la Secundaria, porque esa es otra, ya que muchos ni la acaban a pesar de que se les pasa graciosamente de curso, siempre están en los últimos lugares de los países de la OCDE; algo falla evidentemente y nuestros queridos políticos, esos que ahora andan predicando las excelencias y bondades de sus propuestas, son incapaces de darse cuenta que necesitamos con urgencia sentarnos juntos en la misma mesa y no levantarnos -aunque ello nos cause ampollas- hasta que no consensuemos la mejor Ley de Educación del mundo que perdure sensatamente en el tiempo. No habrá méritos políticos que adjudicarse, incluso se habrá de estar dispuesto a cierto desgaste en las comunidades más reacias a entrar en el raciocinio y la normalidad, pero el esfuerzo merecerá la pena.
Ante la perorata de “mentirijillas” y verdades a medias, porque ya me dirán ustedes qué castellano puede estudiar un niño en Cataluña si Rajoy tiene que pactar con los nacionalistas Artur Más o Rovira, para alcanzar el poder, como viene ya siendo costumbre gobierne PP o PSOE. Uno, como ciudadano y representante de un partido –UpyD- que propugna la recuperación de las competencias educativas por el Estado, se siente cuanto menos molesto, por no decir indignado y al borde de la depresión profunda; pero ¿cómo van a estudiar inglés señor Rajoy si en el País Vasco los niños no saben hablar ni en español?
Con la LOE de 2/2006, se llevan seis leyes educativas no universitarias desde el advenimiento de la democracia en este país de locos. Los bandazos de las últimas décadas, sin un acuerdo de Estado, con dos leyes del PSOE y otra del PP que no se llegó a aplicar, muestran a las claras en manos que quién estamos, o mejor dicho, la incompetencia supina de quienes deben regular la futura formación de nuestros jóvenes, entre otras cosas no más importantes.
Ana Pastor –PP- le echa la culpa a la ley educativa aprobada a principios de los noventa por el PSOE, porque ha acabado con el esfuerzo. Rodríguez Zapatero argumenta que la culpa la tienen los padres y durmió sin sedantes aquella noche –igual hubiese dicho que la culpa era del Chacachá- El caso, es que entre iluminados y poseídos, acabó imponiéndose el criterio de algunos pedagogos intergalácticos, eliminando de los niños toda carga de responsabilidad y toda obligación, no fuese a ser que le creáramos un trauma; así que nada, todos a pasar de curso felices y asunto concluido. Cuanto más “tonta” sea la sociedad menos preguntas se harán con respecto a los políticos y más fácil será su manejo para ganarles el voto.
Aquí, lo que prima para las mentes de quienes por desgracia rigen los destinos del Estado Español, instalados en el bipartidismo –ya sea PP o PSOE- que se dejan chantajear continuamente por cuatro nacionalistas que tienen “patas arriba” y al borde del caos al país, es el deseo ardiente de cambiar todo lo que suene al Gobierno saliente, funcione bien, mal o regular y así nos luce el “pelo” a todos.
Los alumnos españoles que terminan la Secundaria, porque esa es otra, ya que muchos ni la acaban a pesar de que se les pasa graciosamente de curso, siempre están en los últimos lugares de los países de la OCDE; algo falla evidentemente y nuestros queridos políticos, esos que ahora andan predicando las excelencias y bondades de sus propuestas, son incapaces de darse cuenta que necesitamos con urgencia sentarnos juntos en la misma mesa y no levantarnos -aunque ello nos cause ampollas- hasta que no consensuemos la mejor Ley de Educación del mundo que perdure sensatamente en el tiempo. No habrá méritos políticos que adjudicarse, incluso se habrá de estar dispuesto a cierto desgaste en las comunidades más reacias a entrar en el raciocinio y la normalidad, pero el esfuerzo merecerá la pena.
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