Los problemas de Melilla son más bien de
orden político, aunque en la práctica, política y economía van de la mano, son
inseparables.
“Es necesario que hablemos…”, le dijo la
Economía a la Política. Atractiva declaración de voluntades, que en nuestra
ciudad, de ahí no pasa. Siempre con muchos recelos, cumpliendo objetivos
mínimos, sabedores de que en un diálogo, cuando es sincero, se exige asumir el riesgo de ser persuadido.
Y precisamente, ese es uno de los grandes
escollos para una población condicionada por su posición geoestratégica desde
1497, que en tiempos actuales considera tal circunstancia espacial “un
privilegio” para aprovechar ventajas competitivas en los mercados. Pero la
realidad y la experiencia demuestra que no ha sido así, como tampoco –una vez
convencidos del fracaso- hemos dado con “la tecla” para iniciar la
transformación de un modelo productivo que no genera la riqueza ni el empleo
suficiente que la sociedad demanda, a pesar de algunos planes de exiguos
resultados.
Los Estados, como consecuencia de la
globalización, han perdido buena parte de su soberanía a manos de las grandes
empresas, que con sus decisiones, influyen en el ejercicio del poder y en la
vida social de los territorios donde se implantan. Pero hay que decir que la
referida apertura global, no se expande con la misma proporcionalidad ni
produce los mismos efectos en algunos niveles locales o regionales.
Conocemos perfectamente la teoría. La mejora tecnológica, la inversión y la
educación son las causas próximas del desarrollo económico. Como también sabemos
que las instituciones políticas condicionan el efecto de las mismas, incluido
un comercio local cada vez más estrecho e inviable. Por tanto, ruego
encarecidamente a Economía y Política “dialoguen” con mucha claridad en
Melilla, porque de ese equilibrio depende futuro, progreso y desarrollo.
La fuerza contributiva del sector
terciario de la economía y del mercado laboral, son una constante en el mundo.
Los servicios son un segmento en expansión desde hace muchos años que aporta
importantes cifras de población activa dedicada a su ejercicio. Además, por su
diversidad, precisa de mano de obra especializada. En España ocupa a 8 de cada
10 trabajadores. Melilla debe optimizar mejor ese sector sin renunciar a otras
posibilidades de diversificación con un marco normativo adecuado.
Tenemos un patrón económico ineficiente
que no se cambia de “la noche a la mañana”. Es complejo abordar esa
transformación, pero con la anterior pasividad e indecisión política e
institucional, desoyendo a importantes sectores económicos, no íbamos a ninguna
parte. La inicial idea de constituirnos ante la UE como un centro impulsor de
desarrollo económico del Magreb se ha disipado. Ni tuvimos el necesario empuje,
ni el vecino país, a juzgar por los acontecimientos –cierre unilateral de la
frontera comercial- está por la labor. Por tanto, nos vemos obligados a salir
del actual y peligroso aislamiento. Somos la frontera del Sur de la UE, lo que
nos acarrea multitud de problemas, pero no somos la aduana de la UE en la zona
norte de Marruecos, circunstancia que podría suponer un estatus favorable y
diferente.
La globalización de los mercados tiene
ventajas y también grandes inconvenientes; la plena integración en el espacio
aduanero europeo –atendiendo a sus diversos grados- supone la apertura de fuertes escenarios
competitivos, lo sabemos. No sería inteligente renunciar a cierta protección, para
lo cual, existen fórmulas mixtas. A día
de hoy, en mi modesta opinión, es la alternativa político-económica de Melilla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario