3/9/19

"Tenemos que hablar..."


Los problemas de Melilla son más bien de orden político, aunque en la práctica, política y economía van de la mano, son inseparables.
“Es necesario que hablemos…”, le dijo la Economía a la Política. Atractiva declaración de voluntades, que en nuestra ciudad, de ahí no pasa. Siempre con muchos recelos, cumpliendo objetivos mínimos, sabedores de que en un diálogo, cuando es  sincero, se exige asumir el riesgo de ser persuadido.
Y precisamente, ese es uno de los grandes escollos para una población condicionada por su posición geoestratégica desde 1497, que en tiempos actuales considera tal circunstancia espacial “un privilegio” para aprovechar ventajas competitivas en los mercados. Pero la realidad y la experiencia demuestra que no ha sido así, como tampoco –una vez convencidos del fracaso- hemos dado con “la tecla” para iniciar la transformación de un modelo productivo que no genera la riqueza ni el empleo suficiente que la sociedad demanda, a pesar de algunos planes de exiguos resultados.
Los Estados, como consecuencia de la globalización, han perdido buena parte de su soberanía a manos de las grandes empresas, que con sus decisiones, influyen en el ejercicio del poder y en la vida social de los territorios donde se implantan. Pero hay que decir que la referida apertura global, no se expande con la misma proporcionalidad ni produce los mismos efectos en algunos niveles locales o regionales.
Conocemos perfectamente la teoría.  La mejora tecnológica, la inversión y la educación son las causas próximas del desarrollo económico. Como también sabemos que las instituciones políticas condicionan el efecto de las mismas, incluido un comercio local cada vez más estrecho e inviable. Por tanto, ruego encarecidamente a Economía y Política “dialoguen” con mucha claridad en Melilla, porque de ese equilibrio depende futuro, progreso y desarrollo.
La fuerza contributiva del sector terciario de la economía y del mercado laboral, son una constante en el mundo. Los servicios son un segmento en expansión desde hace muchos años que aporta importantes cifras de población activa dedicada a su ejercicio. Además, por su diversidad, precisa de mano de obra especializada. En España ocupa a 8 de cada 10 trabajadores. Melilla debe optimizar mejor ese sector sin renunciar a otras posibilidades de diversificación con un marco normativo adecuado.
Tenemos un patrón económico ineficiente que no se cambia de “la noche a la mañana”. Es complejo abordar esa transformación, pero con la anterior pasividad e indecisión política e institucional, desoyendo a importantes sectores económicos, no íbamos a ninguna parte. La inicial idea de constituirnos ante la UE como un centro impulsor de desarrollo económico del Magreb se ha disipado. Ni tuvimos el necesario empuje, ni el vecino país, a juzgar por los acontecimientos –cierre unilateral de la frontera comercial- está por la labor. Por tanto, nos vemos obligados a salir del actual y peligroso aislamiento. Somos la frontera del Sur de la UE, lo que nos acarrea multitud de problemas, pero no somos la aduana de la UE en la zona norte de Marruecos, circunstancia que podría suponer un estatus favorable y diferente.

La globalización de los mercados tiene ventajas y también grandes inconvenientes; la plena integración en el espacio aduanero europeo –atendiendo a sus diversos grados-  supone la apertura de fuertes escenarios competitivos, lo sabemos. No sería inteligente renunciar a cierta protección, para lo cual, existen fórmulas mixtas.  A día de hoy, en mi modesta opinión, es la alternativa político-económica de Melilla. 

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