11/10/13

La Asamblea de Melilla (I)

“El Parlamento, el lugar de la palabra, se está reduciendo a un pintoresco photo-call; un decorado en el que el diputado se convierte en hombre-anuncio cada día y consume así sus 15 segundos de gloria”. Acertada definición de nuestra diputada nacional, Irene Lozano, sobre lo que considera una deformación del verdadero sentido y utilidad que debería tener la labor parlamentaria así como su tratamiento mediático.

Se me ocurre discurrir hoy, sobre algo que a nivel local siempre he criticado, pero que no es más que el vivo ejemplo de lo que está ocurriendo en nuestro decadente sistema democrático: las instituciones están viciadas, “infectadas”, fallidas como consecuencia de la manipulación torticera del verdadero espíritu de las normas en la mayoría de los casos. Y claro, que eso ocurra allí donde supuestamente reside la soberanía popular –que no la del PP- me causa rechazo y mucho repelús. La pregunta inmediata es: ¿Cumple nuestra Asamblea de Melilla con su importante misión representativa? ¿Es un foro para el debate o para el  show, el insulto y la descalificación? ¿De verdad la totalidad de sus miembros tienen la posibilidad de hacer el trabajo asignado en un plano de igualdad? A nadie se le escapa que hace tiempo se rompió con la clásica idea del equilibrio o  división de poderes; no existe como tal en nuestros días.  Es un hecho, algo que acontece en todos los parlamentos o cámaras autonómicas. 
El “caudillaje” en los partidos políticos absorbe de forma unilateral y personalísima al ejecutivo y legislativo –quedaría para otra reflexión su incidencia en el judicial- Por tanto, ¿puede ser controlado un Gobierno sustentado en una mayoría parlamentaria? Pues simple y llanamente, no, como lo demuestra, por ejemplo en la Asamblea melillense, que un altísimo porcentaje de los miembros del grupo mayoritario, lo son también del Gobierno, con una cabeza directora única bien visible –el Alcalde-Presidente-
Lo descrito, define una Asamblea convertida en un simple “paso obligado” por imperativo legal, de escaso interés para los ciudadanos, donde todos los asuntos munícipes se convierten sin más trascendencia en mero trámite, ya que previamente, han sido “cocinados” a instancias y voluntad exclusiva del jefe de partido, grupo parlamentario, Gobierno y Asamblea.
¿Qué instrumentos le quedan a la minoritaria oposición para hacer efectivo su trabajo de supervisión política y control al Ejecutivo? ¿Dónde ubicamos su necesaria relevancia y la defensa de sus derechos como representantes legítimos de un sector de la población?

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