En nuestro Ayuntamiento, están ocurriendo una serie de
“fenómenos anómalos” que los ciudadanos deberíamos conocer en aras a la
exigible transparencia democrática.
La llamada “Operación Ópera”, está mañana ha dado un nuevo
paso en sus actuaciones, encontrándonos nada menos que con cuatro detenciones
que han provocado confusión, rumores y por supuesto enorme alarma social.
Alarma social que aumenta considerablemente, cuando el
máximo responsable de nuestro municipio, es decir el Alcalde, se empecina en
negar la evidencia persistiendo en un sospechoso “aquí no sabemos nada” o “yo
tengo las manos limpias y duermo muy bien”, como si el lamentable
acontecimiento fuese un hecho anecdótico del que pueda eludir su
responsabilidad política, ya que ello, acontece en el seno de un Gobierno cada
vez más en entredicho, con muchos de sus miembros encausados e imputados por
diferentes circunstancias.
Un Gobierno nombrado por el Sr. Imbroda, que lleva
años dándole quebraderos de cabeza, pero que por causas desconocidas, propias
de atajos indescifrables, parece no ser suficiente motivo como para tener la habilidad de remodelarlo, cambiarlo o
sustituirlo.
No quiero caer en el error de ahondar y hacer
conjeturas sobre un procedimiento judicial en el que todavía existe el secreto
de sumario, y a juzgar por el devenir de los acontecimientos, todavía le queda
recorrido. Creo que el asunto tiene ya suficiente calado e importancia, como
para que nuestro Alcalde-Presidente se mostrara ante cámaras y micrófonos en
una actitud más colaboradora, abierta y dispuesta, entre otras cosas, porque a
fin de cuentas, el enroque agravará las dudas e incrementará las sospechas.
Parece que el ciclo de los gobiernos que comenzaron en
julio del año 2000, tras la famosa moción de censura contra Mustafa Aberchán,
que alzó a la presidencia de la Ciudad al entonces líder de la UPM, Juan José
Imbroda –partido que posteriormente “absorbería” al mismísimo PP- va tocando su
fin, aun cuando todavía, cuenta en la actual legislatura con mayoría absoluta, y
lo que me sorprende, es que Imbroda haya gestionado tan “torpemente” los
tiempos, sobre todo, en lo que a los últimos cuatro años se refiere.
El sistema se derrumba por decrépito, por “obsolescencia
programada”, y añadiría además que por
una “olvidadiza falta de mantenimiento” del todo incomprensible ¿Falta de
reflejos? ¿Hastío?
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