El histórico aislamiento de Melilla respecto de la Península, siempre
nos trajo muchos inconvenientes, sin embargo, determinados “aconteceres
negativos”, ya fueren políticos, sociales como económicos, tardaban tanto en llegar a la ciudad, que
finalmente sus efectos en la misma, eran mínimos o muy diluidos.
Las nuevas tecnologías y el progreso en las comunicaciones ha cambiado
esa especie de “barrera en la distancia”, y hoy, podemos decir que desde todas
las vertientes, Melilla, ha sido durante el año 2013 fiel reflejo de lo sucedido
en el resto de la geografía española. Es decir, aumentaron las tasas de paro, marginalidad
y exclusión social, con problemas añadidos debidos a nuestra singularidad:
frontera e inmigración.
Somos más pobres en un entorno de desigualdad, corrupción, pérdida de
derechos ciudadanos y valores democráticos. Donde el sistema “hace aguas” por
todas partes. Donde las clases menos pudientes soportan el mayor peso de la
depresión económica. Donde observamos,
estupefactos, cómo la degeneración política e institucional está “cargándose”
el país, la ciudad, y de esa forma, nuestro futuro.
Después de dos años de gobierno, tras la victoria por mayoría absoluta
del Partido Popular, hemos podido comprobar cómo el Sr. Rajoy y el Sr. Imbroda,
mintieron descaradamente para ganar las elecciones de forma fraudulenta
-políticamente hablando- ya que no han cumplido nada de aquello que prometieron
y que les permitió conseguir la confianza de buena parte del electorado.
La mentira se ha instalado en el discurso político de quienes en estos
momentos, aunque heridos y decadentes, ostentan el poder. Las falacias, son el
instrumento preferido para continuar confundiendo a los ciudadanos a través de
la propaganda oficial, y así, no seguir perdiendo una credibilidad bastante
maltrecha.
“Brotes verdes”, que habrá “crecimiento económico” o “despegue para el
empleo en 2014”, son los términos más utilizados por un aparato que trata de
esconder miserias y vergüenzas que, por otro lado, son constatables en unas
calles de Melilla llenas de pobres y mendigos, con unos niveles de delincuencia
que comienzan a ser muy preocupantes.
Pero aún así, persisten en negar la realidad, miran hacia el lado que
más les interesa en esa especie de cúpula de privilegios en la que viven, e
incluso, se atreven -como en el caso de nuestro alcalde Juan José Imbroda en el
Pleno de la Asamblea del viernes día 27- a mostrar unos datos sobre índices de
pobreza -1,1%- en la ciudad, que insulta
a la misma inteligencia y denota el enorme distanciamiento existente entre el
pueblo y su Gobierno. Un alcalde con esa actitud, dije y mantengo, está fuera
de lugar, totalmente desubicado en el territorio que tiene la obligación y responsabilidad
de gestionar.
La brecha social entre pobres y ricos, está creando una “bolsa” de
marginalidad agravada por el enorme crecimiento demográfico de Melilla.
Desespera por tanto, la nula capacidad de reacción de nuestra clase dirigente.
Un gobierno local, perdido, decadente, desgastado, sin ideas e ilusiones, que
piensa más en su próximo futuro que en el de todos los melillenses.
Basta analizar el Presupuesto de la Ciudad para el ejercicio 2014, para
darse cuenta de la escasa voluntad e interés por optimizar mejor los recursos
en una situación de clara excepcionalidad y emergencia socioeconómica. Sin
embargo, se insiste en mantener e incluso aumentar, partidas superfluas,
clientelares y derrochadoras allí donde el simple sentido común aconseja una
redistribución de la riqueza más justa, enfocada a proyectos y demandas
sociales urgentes que la “ceguera” institucional se empeña en negar.
En Melilla, dijo el Sr. Imbroda para tratar de rebatir los contundentes
argumentos de la oposición: “De momento, no hay barricadas en las calles”.
Si es ese el barómetro que pretende utilizar para percatarse de la
situación, abrir los ojos y reaccionar, cuando ocurra -vamos camino de ello- ya
será demasiado tarde.
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