Emilio Guerra
Haciéndome eco del post de un ciudadano anónimo, observo en sus palabras algo que siempre estuvo en el ambiente de la “sedada” sociedad melillense: el desánimo y la desesperanza ante una situación política que parece irreversible.
Debo reconocer que como integrante activo de la población local, tuve también los mismos sentimientos y pesadumbres. La estructura bipartidista, oligocrática y perniciosa que tratan de imponernos algunos “espabilados”, es una roca del más duro granito, ante la que los ciudadanos amantes de la libertad se estrellan una y otra vez hasta abandonar el intento como causa perdida. Eso, es en definitiva lo que pretenden; que usted, que todos, nos convirtamos en dóciles piezas del entramado clientelista, para cada cuatro años limitarnos a votar. Lo que yo llamo la “timocracia”.
UPyD, es un “bebé político” que trata de crecer entre dos máquinas apisonadoras que acumulan todo el poder institucional, económico, mediático etc. Tenemos un discurso revolucionario, porque tratar de poner freno a la avaricia de aquellos que han convertido lo que debe ser un servicio público, en una fábrica de intereses personales, prebendas y privilegios para sí y los suyos, no deja de ser inquietante para los que ahora viven a costa del contribuyente.
Se pregunta usted qué pintará UPyD en ese desaguisado descrito, dónde parece que no hay sitio para nadie más. Nuestra fuerza, para intentar cambiar el actual estado, depende fundamentalmente del ciudadano, de aquellos que no se resignan a dejar las cosas como están, de los que no pueden soportar tanta impunidad y desvergüenza, de los que creen en los verdaderos principios de la democracia y abominan del tinglado que han montado unos saqueadores aprovechados.
Ese, es el verdadero voto útil –ellos pretenden que existan sólo dos opciones- el que se otorga en conciencia buscando algo, aunque parezca idílico o una quimera. Ya está bien de votar al menos malo y de acudir a las elecciones con una pinza en la nariz. Nuestro discurso es claro, directo y contundente, por eso estamos calando, pero es el pueblo quién en definitiva tiene la oportunidad y atribución de ayudarnos para que podamos ser una alternativa y modificar el actual ejercicio decadente de la política.
Haciéndome eco del post de un ciudadano anónimo, observo en sus palabras algo que siempre estuvo en el ambiente de la “sedada” sociedad melillense: el desánimo y la desesperanza ante una situación política que parece irreversible.
Debo reconocer que como integrante activo de la población local, tuve también los mismos sentimientos y pesadumbres. La estructura bipartidista, oligocrática y perniciosa que tratan de imponernos algunos “espabilados”, es una roca del más duro granito, ante la que los ciudadanos amantes de la libertad se estrellan una y otra vez hasta abandonar el intento como causa perdida. Eso, es en definitiva lo que pretenden; que usted, que todos, nos convirtamos en dóciles piezas del entramado clientelista, para cada cuatro años limitarnos a votar. Lo que yo llamo la “timocracia”.
UPyD, es un “bebé político” que trata de crecer entre dos máquinas apisonadoras que acumulan todo el poder institucional, económico, mediático etc. Tenemos un discurso revolucionario, porque tratar de poner freno a la avaricia de aquellos que han convertido lo que debe ser un servicio público, en una fábrica de intereses personales, prebendas y privilegios para sí y los suyos, no deja de ser inquietante para los que ahora viven a costa del contribuyente.
Se pregunta usted qué pintará UPyD en ese desaguisado descrito, dónde parece que no hay sitio para nadie más. Nuestra fuerza, para intentar cambiar el actual estado, depende fundamentalmente del ciudadano, de aquellos que no se resignan a dejar las cosas como están, de los que no pueden soportar tanta impunidad y desvergüenza, de los que creen en los verdaderos principios de la democracia y abominan del tinglado que han montado unos saqueadores aprovechados.
Ese, es el verdadero voto útil –ellos pretenden que existan sólo dos opciones- el que se otorga en conciencia buscando algo, aunque parezca idílico o una quimera. Ya está bien de votar al menos malo y de acudir a las elecciones con una pinza en la nariz. Nuestro discurso es claro, directo y contundente, por eso estamos calando, pero es el pueblo quién en definitiva tiene la oportunidad y atribución de ayudarnos para que podamos ser una alternativa y modificar el actual ejercicio decadente de la política.
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