Emilio Guerra
El Partido Popular, se ha definido siempre por ser una formación política de tradición conservadora y demócrata-cristiana, o al menos así lo entendía yo hasta que leí las recientes manifestaciones del Sr. Daniel Conesa, donde a las puertas del Congreso de su formación, hablaba de una transformación hacia el liberalismo centrista y reformista.
Claro, que cuando nos referimos al liberalismo, habría que matizar, ya que de lo contrario, podríamos incurrir en lo abstracto; porque “liberal”, no es sinónimo de demócrata, como quizás ustedes puedan pensar, ni tampoco que lo segundo sea consecuencia de lo primero, ya que hubo un tiempo, incluso, que fueron antagónicos.
Concepción de estado y forma de gobierno, marcan las diferencias entre una y otra, pero no pretendo hacer aquí discurso pedagógico, ni abrir debate; simplemente exponer mis dudas como ciudadano; interesado y comprometido, eso sí.
Dejando de soslayo, como digo, la teorización filosófica y caminando por el sendero del pragmatismo, debo decir que el Partido Popular pertenece al grupo parlamentario más numeroso de la Cámara Europea: el Partido Popular Europeo, que da cabida, básicamente a demócratas-cristianos y conservadores.
ALDE, es otro grupo que une a los liberales, compuesto por eurodiputados del Partido Liberal Demócrata Reformista –allí está el Centro Democrático Liberal y Convergencia Democrática de Cataluña- y el Partido Demócrata Europeo donde milita el PNV del separatista Ibarretxe.
De manera que, según las declaraciones de Conesa, debemos entender que el PP de Imbroda, abjura de sus principios conservadores y demócratas-cristianos –herencia también de UCD y UPM- para pasarse al liberalismo reformista, con lo que entendemos, por lógica y coherencia, tendrían que exponerlo así a sus militantes de base y cambiar después de grupo en el Parlamento Europeo, instalándose en cohabitación con los nacionalistas vascos y catalanes.
Ya lo dije con anterioridad, que esos son los planes de Mariano Rajoy para mendigar las simpatías del voto que ahora se le niega en Cataluña y País Vasco por haber defendido los principios del PP de siempre; los de María San Gil, los de tantos y tantos españoles, que me imagino se verán traicionados. Ahora voy entendiendo el contubernio.
En estos momentos, que las corrientes neoliberales –desde su percepción económica- están devaluadas y heridas de muerte con el intervencionismo estatal y el afloramiento de los discípulos de Keynes, dando aliento a los socialdemócratas e incluso a viejas teorías marxistas; el PP anda atolondrado, y más aturdido en Melilla, donde el discurso obligado impuesto por Génova, me hace recordar aquel famoso slogan de Imbroda y Conesa en UPM: ¡que no te mande Madrid!
Evolucionar en política, es cosa de todos los días, ejemplos tenemos a destajo, pero se me hace muy difícil ver a Imbroda, Conesa y compañía, como defensores convencidos del liberalismo reformista que predica también la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre.
Mi pregunta o interés, sería si se refieren al espíritu del reformismo liberal de la Constitución de Cádiz (1812), al reformismo frustrado de Canalejas (1854-1912), al conservador de Cánovas del Castillo y Antonio Maura (1853-1925) o a un liberalismo democrático y social como el de D. Melquiades Álvarez (1864-1936). Lo digo, porque “reformista”, también se ha llamado al mismísimo Hugo Chaves.
El proclamado reformismo liberal, que ya puso en su boca José Mª Aznar, pronto fue una mera falacia en el Partido Popular, porque la práctica, es lo que es, hoy en día; es decir, la clásica oligocracia de capillitas, el elitismo autoritario y el caudillismo del líder incontestable. Lejos, como pueden ver, del principio más sagrado del liberalismo político: “disminuir al máximo el poder del estado y ampliar en todo lo posible el ámbito de la sociedad civil”.
El Partido Popular, se ha definido siempre por ser una formación política de tradición conservadora y demócrata-cristiana, o al menos así lo entendía yo hasta que leí las recientes manifestaciones del Sr. Daniel Conesa, donde a las puertas del Congreso de su formación, hablaba de una transformación hacia el liberalismo centrista y reformista.
Claro, que cuando nos referimos al liberalismo, habría que matizar, ya que de lo contrario, podríamos incurrir en lo abstracto; porque “liberal”, no es sinónimo de demócrata, como quizás ustedes puedan pensar, ni tampoco que lo segundo sea consecuencia de lo primero, ya que hubo un tiempo, incluso, que fueron antagónicos.
Concepción de estado y forma de gobierno, marcan las diferencias entre una y otra, pero no pretendo hacer aquí discurso pedagógico, ni abrir debate; simplemente exponer mis dudas como ciudadano; interesado y comprometido, eso sí.
Dejando de soslayo, como digo, la teorización filosófica y caminando por el sendero del pragmatismo, debo decir que el Partido Popular pertenece al grupo parlamentario más numeroso de la Cámara Europea: el Partido Popular Europeo, que da cabida, básicamente a demócratas-cristianos y conservadores.
ALDE, es otro grupo que une a los liberales, compuesto por eurodiputados del Partido Liberal Demócrata Reformista –allí está el Centro Democrático Liberal y Convergencia Democrática de Cataluña- y el Partido Demócrata Europeo donde milita el PNV del separatista Ibarretxe.
De manera que, según las declaraciones de Conesa, debemos entender que el PP de Imbroda, abjura de sus principios conservadores y demócratas-cristianos –herencia también de UCD y UPM- para pasarse al liberalismo reformista, con lo que entendemos, por lógica y coherencia, tendrían que exponerlo así a sus militantes de base y cambiar después de grupo en el Parlamento Europeo, instalándose en cohabitación con los nacionalistas vascos y catalanes.
Ya lo dije con anterioridad, que esos son los planes de Mariano Rajoy para mendigar las simpatías del voto que ahora se le niega en Cataluña y País Vasco por haber defendido los principios del PP de siempre; los de María San Gil, los de tantos y tantos españoles, que me imagino se verán traicionados. Ahora voy entendiendo el contubernio.
En estos momentos, que las corrientes neoliberales –desde su percepción económica- están devaluadas y heridas de muerte con el intervencionismo estatal y el afloramiento de los discípulos de Keynes, dando aliento a los socialdemócratas e incluso a viejas teorías marxistas; el PP anda atolondrado, y más aturdido en Melilla, donde el discurso obligado impuesto por Génova, me hace recordar aquel famoso slogan de Imbroda y Conesa en UPM: ¡que no te mande Madrid!
Evolucionar en política, es cosa de todos los días, ejemplos tenemos a destajo, pero se me hace muy difícil ver a Imbroda, Conesa y compañía, como defensores convencidos del liberalismo reformista que predica también la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre.
Mi pregunta o interés, sería si se refieren al espíritu del reformismo liberal de la Constitución de Cádiz (1812), al reformismo frustrado de Canalejas (1854-1912), al conservador de Cánovas del Castillo y Antonio Maura (1853-1925) o a un liberalismo democrático y social como el de D. Melquiades Álvarez (1864-1936). Lo digo, porque “reformista”, también se ha llamado al mismísimo Hugo Chaves.
El proclamado reformismo liberal, que ya puso en su boca José Mª Aznar, pronto fue una mera falacia en el Partido Popular, porque la práctica, es lo que es, hoy en día; es decir, la clásica oligocracia de capillitas, el elitismo autoritario y el caudillismo del líder incontestable. Lejos, como pueden ver, del principio más sagrado del liberalismo político: “disminuir al máximo el poder del estado y ampliar en todo lo posible el ámbito de la sociedad civil”.
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