26/11/07

Llegó el momento

Emilio Guerra
Una de las principales premisas y objetivos programáticos de Unión Progreso y Democracia, habita en lo que denominamos “regeneración política”, sinónimo de “regeneración democrática”, para definir y abarcar una serie de medidas fundamentales que reconduzcan la actividad y actitud de la vida política en general.
Existe una ruptura evidente, una aversión, o si lo prefieren, un claro distanciamiento entre la clase dirigente y los ciudadanos en cuya responsabilidad reside la tarea de elegir a sus representantes mediante el sufragio activo. El acto de acudir a las urnas, donde para muchos empieza y acaba la democracia, porque a partir de entonces comienzan las deformaciones, adulteraciones -incluso legales- del marco operativo, que nos encierran y oprimen hasta el extremo de coartar derechos, cercenando la misma libertad.
El ciudadano, el pueblo, asiste impasible, impávido, aquejado de tantos problemas cotidianos de índole personal, que hasta asiente y asume como un mal menor las atrocidades y descalabros de quienes han convertido la política en única profesión, de quienes utilizan el poder como instrumentos para intereses partidistas o simplemente en su propio beneficio.
Términos como “sacar tajada”, “colocar a los suyos”, “vivir del cuento”, son tan comunes entre la ciudadanía para definir el enjambre de avezados que llegan a cargos de representación y gobierno, que a veces, llego a comprender la abstención tan alarmante que nos aqueja; aunque eso, con la actual Ley Electoral, al elegible le importa un “rábano”, con perdón, porque él –voten tres o tres mil- seguirá con los beneficios del cargo.
Y así llevamos décadas, permitiendo que se extiendan cada vez más unos “vampiros” políticos, a los que gasto y deuda pública les suena a campanitas celestiales. El Estado, es para ellos una máquina de hacer “churros monetarios”, los datos macroeconómicos una curiosidad ininteligible y las necesidades del pueblo sólo un artificio electoral.
“Eso es lo que hay” apunta el trabajador de una obra colindante con resignación; “no se puede hacer nada” el camarero de la cafetería de la esquina; “todos van a lo mismo, sean del partido que sea”, argumenta un jubilado. Triste, muy triste, pero real.
Cuando hablas con miembros activos de organizaciones políticas, integrantes de las bases, los que orgullosos te muestran el carné de militante con un montón de años de antigüedad, se acrecienta la inquietud y la zozobra. Las opiniones son las mismas, sin distinciones; en el partido manda con mano de hierro el líder, el “caudillo de turno”, no hay cabida para corrientes que disientan, para discursos distintos al oficial; quien ose moverse “no sale en la foto”. La democracia interna no existe, el partido es una secta, se rige por los mismos principios.
Con semejante ambiente llegamos nosotros, UPyD, y hablamos de regeneración, de cambiar las cosas, de dar un vuelco completo a aquellas cuestiones que casi todo el mundo demanda en la sociedad actual. No somos charlatanes, no vendemos humo, ni tampoco traemos varitas mágicas, porque no hacen falta, es mucho más simple. Es cuestión de voluntad y de un propósito firme que debe colocar al interés colectivo en absoluta situación de prioridad, devolviéndole al pueblo lo que es del pueblo.
Los hombres y mujeres de Unión Progreso y Democracia, ciudadanos comprometidos, cansados de tanta hipocresía política, hartos de ser manipulados, estamos dispuestos a hacer algo más que verlos pasar impunemente cada cuatro años ¿y usted?


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