Ciertamente aburre -sobre todo cuando llega una campaña electoral- cómo los sectores más reaccionarios y maniqueos, utilizan la herramienta habitual, la del miedo, para rentabilizarlo en las urnas. Es algo que siempre les fue bien junto al “manoseo” de la palabra “estabilidad”. No hay razones, pensarán, para cambiar de estrategia.
José Luís Sampedro,
catedrático de Estructura Económica y gran pensador, referente moral e intelectual,
persona comprometido con la libertad, decía que “gobernar
a base de miedo, es muy eficaz. Hace que no se reaccione, que no se avance. Y
el miedo es una fuerza más poderosa que el amor, que la bondad, que el
positivismo… El gran problema está en que el miedo anula la libertad”.
Se trata pues, de un
déficit de libertad, de la utilización perversa de técnicas de manipulación
masiva, jugando con las emociones del pueblo, intentando mantenerlo en la
ignorancia y procurando neutralizar el sentido crítico de las personas. Pues
bien, no han inventado nada, en pleno año 2019, seguimos observando cómo
inciden una y otra vez en ello, basta simplemente con atender a sus discursos y
proclamas, el mensaje es claro: “que viene el moro, no vaya a ser que tengamos
que salir corriendo”, aunque se podrán imaginar que gran parte de quienes
piensan así, hace tiempo se aseguraron en la Península pan, amparo y cobijo.
Aunque el Parque
Hernández se construyó en el año 1902, es a partir de los años diez del mismo
siglo, cuando comienza a formar parte importante de la vida social de Melilla.
Nuestra sociedad civil entonces estaba muy “encorsetada”, y como es lógico,
dominada por unas élites clasistas y bastante conservadoras, propias de aquel
africanismo colonial.
Pues bien, el Parque
Hernández, era cita obligada todos los días para pasear, un lugar de expansión
y asueto en una ciudad que acababa de salir de las murallas del Pueblo. Por la
parte central, iban los burgueses y acomodados, la oficialidad militar; todos y
todas luciendo sus mejores galas, con gestos altivos, irradiando superioridad y
su gran estatus económico, moral y social.
A un lado del paseo, se
agrupaban las “chachas”, jóvenes mujeres trabajadoras al servicio de las clases
pudientes. Por allí, debidamente uniformadas, faltaría más, cuidaban de los
bebés de las señoras, que al brazo de sus esposos lucían bellos sombreros y
volvían las miradas de vez en cuando para controlar a sus empleadas.
En el lado opuesto,
circulaban atropellados y ávidos por ver, aunque fuese de lejos a las mozas del
servicio doméstico, las clases de tropa, los humildes soldados españoles,
aquellos que arrancaban obligatoriamente de sus
familias y pueblos –los ricos, pagando se eximían- para traerlos a
África, muchos de los cuales, jamás volvieron.
Y ese era el panorama
social de Melilla, no había otro ¿o sí? Claro que lo había, aunque en aquél
Parque no eran perceptibles, entre otras cosas porque no se lo habrían
permitido. Me refiero a los lugareños, a los rifeños, al milenario pueblo
bereber morador de la zona.
Por eso, cuando leo o
escucho –con o sin eufemismos- eso de “que vienen los moros” -siempre por parte
de un “aromi”- como si se tratase de una especie de cataclismo o plaga
apocalíptica, no tengo más que sonreír y darle la razón al profesor Sampedro;
pero no viene mal recordar la historia para tratar de disminuir ese efecto
pernicioso del desconocimiento humano.
“Los moros no vienen,
porque siempre estuvieron aquí”, sería la respuesta más sensata a quienes
tratan de amedrentar a la población como si el mismísimo Abdelkrim El Khattabi,
amenazante, estuviese a las puertas de la ciudad. De ahí ese miedo
antropológico que persiste y que nadie se ha ocupado –porque no interesaba- de
ir limando con dosis y vacunas de información, educación y cultura.
Que sí, que los
llamados “mauros”, ancestros de los actuales pueblos bereberes, ya proliferaban
por estas tierras antes incluso que los fenicios; citados por el historiador
romano Salustio o el geógrafo griego Estrabón -“los maurisi o mauri”- El poeta
griego Hesíodo, de la segunda mitad del siglo VIII a.C, incluso defendía que
“eran hijos de la diosa de la noche, por su piel oscura”. Las primeras
referencias al origen del pueblo bereber se pueden encontrar en el año 3000
a.C., pudiendo hallar además su presencia en documentos egipcios, griegos y
romanos.
Despejada por tanto la
duda sobre “si vienen o ya estaban aquí”, lo que queda es la burda manipulación
de los mensajes y, por desgracia, el convencimiento de que existe un sector muy
interesado en que Melilla no evolucione socialmente, como si añorasen “la
ordenada estructura del Parque” de principios del siglo XX antes citada. Pero
no se enteran, porque Melilla ha cambiado, porque Melilla tiene hoy una
combinación poblacional muy diferente y diversa. Porque hoy, “el Parque es de
todos y porque cada uno puede ir por el lado que le apetezca, y no por el lado
que ellos nos marquen”.
Melilla está
evolucionando. Gestamos una nueva cultura, genuina y singular a través de
nuestros jóvenes. Jóvenes que carecen de prejuicios, que quieren una ciudad
plural, abierta, con posibilidades para todos, de plena convivencia y no de
coexistencia entre las distintas etnias y credos, lejos del segregacionismo y
de la hipocresía que todavía esconde muchos brotes xenófobos y racistas.
Yo quiero una Melilla progresista, sin trabas en un marco de igualdad, cohesión y justicia social. Esa nueva ordenación socio-cultural que se fragua lentamente, es imparable, aunque los actuales poderes pretendan ignorarla e incluso, peligrosamente, arrinconarla. Esa transición que cambiará muy pronto la identidad política de Melilla, así como su identidad económica y social, tiene que ser liderada por personas progresistas, personas que crean en la Melilla del futuro, frente a quienes quieren volver a la colonial y retrógrada Melilla del pasado.
Muy buen artículo
ResponderEliminarTe felicito
Totalmente de acuerdo y no solo eso, la búsqueda de nuevas formulas de desarrollo económico que hagan desaparecer el principal problema de Melilla que es el paro, deben de venir de la mano de ideas, que incluyan apuestas arriesgadas, pero que podrían convertir Melilla en una prospera ciudad (y Europa lo apoyaría) y no como ahora, que es un foco de corrupción, falta de futuro y clientelismo político.
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