Se
me ocurre semejante título -haciéndome retomar las entradas de este blog- al
respecto del revuelo provocado por la “discreta” incursión -según fuentes
oficiales- de una lancha o barco patrulla de la gendarmería marroquí en las playas melillenses, persiguiendo inmigrantes,
o el tráfico de estupefacientes; o las dos cosas, que a la hora de encontrar
detalles muchas versiones circulan.
Asunto
novedoso desde luego, pues no recordaba yo incidentes de ese tipo desde que,
hace años ya, algunas patrulleras del vecino país entraran en nuestra dársena a
discreción, persiguiendo barcos de recreo dedicados a la pesca deportiva en lo
que ellos consideran “sus aguas”. Y he aquí el “quid” de una cuestión revestida
de mucha enjundia, auténtico tabú para todos los Ejecutivos españoles desde que
se instauró la democracia.
No
pretendo entrar en razonamientos y argumentos legales sobre las aguas
jurisdiccionales de Melilla -si es que de verdad las tenemos- porque claro, eso queda para el Derecho Internacional
Público, un derecho que siempre digo, es el más “confuso, descafeinado y
desconcertante de todos”, ya que lejos de regular comportamientos como
cualquier norma positiva de orden interno; aquí, eso de que las partes sean estados
“sujetos soberanos”, conduce a interpretaciones bastante unilaterales de
acuerdos y tratados, según “convenga” a determinados intereses de unos y otros.
Claro
que estamos hablando también del desembarco, con nocturnidad, de agentes
policiales marroquíes uniformados en tierra firme melillense como consecuencia de
ese “afán y celo profesional” fruto del “calor del momento”, siempre citando
los muchos eufemismos utilizados con el Gobierno local, ratificados por cierto,
por el Subsecretario del Ministerio del Interior en reciente visita a la ciudad.
Eché
de menos que apareciera el “lumbreras” de turno y nos "lanzara" aquello del “paso
inocente”, que define el tránsito marítimo por aguas de otro país que no es "perjudicial
para la paz, el buen orden o la seguridad de los estados ribereños".
Incluso,
abundando en la indefinición histórica que nos caracteriza, podrían discutirnos
hasta qué parte de los dos Estados –España y Marruecos- es la que cede en
realidad el derecho de "paso inocente", cuando hablamos de las aguas que bordean el litoral
melillense y su salida a alta mar.
No
me negarán que, cuanto menos, estamos ante una situación un tanto anómala, que
de haberse producido en orden inverso –patrullera española penetra en la Mar
Chica, o en las luminosas playas de Saidía persiguiendo narcotraficantes- estaríamos
ahora dando explicaciones en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, y por supuesto,
con los embajadores “llamados a consulta”, además de soportar las pedradas e
improperios en la frontera de Beni Enzar, por parte de los “tradicionales”
agitadores que pretenden “liberar” Melilla del “yugo opresor” español.
Así
que, en justa medida, aun entendiendo que no debemos dramatizar en exceso
rasgándonos las vestiduras, ni tampoco “sacar al soplo las banderas y guiones del
sentimiento patrio” -los mismos que dejamos bien doblados en el baúl para otras
cosas- es normal pedir a nuestro Gobierno, el que preside D. Mariano Rajoy, salga
del habitual “relajo o empanada” y pida al menos –sin acritud- “discretas” explicaciones diplomáticas al
amigo y estrecho colaborador contiguo. Más que nada, para saber a qué atenernos
en el futuro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario