2/11/17

España clama a los suyos

Emilio Guerra

La huida de Puigdemont –ya convertido en prófugo de la justicia- y sus secuaces a Bélgica, cobijo europeo predilecto de muchos bandidos de ETA en los años del terror, no ha sido una casualidad ni un despiste.

Los españoles ya estábamos con “la mosca tras la oreja” tras observar estupefactos, cómo rebeldes, sediciosos, prevaricadores, malversadores, corruptos etc., andaban a sus anchas sin que cayese todo el peso de la ley contra ellos, sin que ninguna medida judicial preventiva se aplicase dado el evidente riesgo de fuga.

Se ha tardado tanto en presentar las correspondientes querellas por rebelión y sedición –UPYD ya lo hizo en el año 2015- que al susodicho “ex `president” -que hasta hace pocos días alentaba a la insurrección y sacrificio del pueblo catalán- le ha dado tiempo de hacer maletas, pasearse y tomarse unas cañas en su pueblo, despedirse de los amigos y después coger “carretera y manta”, evitando así la obligatoria llamada a declarar de los tribunales. Está claro que tras un mínimo análisis, algo no encaja.

Lo dije y lo mantengo, aplicar el artículo 155 de la Constitución en Cataluña –forzados por la opinión pública- y tener que poner en marcha la maquinaria de la justicia –a regañadientes y dando mucha ventaja al malhechor- se ha convertido en “una patata caliente”, una pesadilla para Rajoy su timorato gobierno y la élite partidocrática que le arropa.

A Mariano Rajoy y los suyos, les asusta “explotar el éxito” e imponer la presencia y autoridad del Estado en Cataluña -después de muchos años de abandono y complicidad-  para poner un poco de orden a efectos de normalización democrática, control de las instituciones y reequilibrio de la actual ruptura social. Pero no, prefieren contemporizar sin entrar de lleno en la raíz del conflicto con una estrategia a corto plazo, sin duda ineficaz.

De manera que todos esos “discursitos” y loas de la respuesta ‘proporcional’ contra los golpistas, son excusas y zarandajas, entre otras razones,  para evitar el victimismo y el permanente teatro-propaganda de los nacionalistas, aunque incomprensiblemente se les sigue poniendo en bandeja su principal órgano de adoctrinamiento: TV3 y las diferentes organizaciones, que fuertemente subvencionadas, llevan años trabajando para el secesionismo y difundiendo el odio a España.

Tras el 1-O y el 155, existe un punto de inflexión como consecuencia del fracaso estrepitoso en las formas de hacer política heredadas de la Transición. Todo cambiará a partir de ahora, tanto en la política catalana como en la nacional. Se ha producido una fractura social que contamina, divide y se extiende hasta las propias familias, y eso es muy grave porque arrastrará consecuencias.  

Saben perfectamente que se abrió una “caja de truenos” que acabará explotándoles en las manos, por eso están obstinados en la táctica de retrasar, atenuar y erosionar lo menos posible bajo la falsa bandera de la “ponderación e inteligente mesura”, aunque eso sí,  aprietan el acelerador cuando se trata de acaparar un posible botín electoral que se les puede volver en contra, porque las últimas encuestas siguen dando mayoría a los independentistas. Cabría preguntarse si no nos encaminamos a la reedición de los dos bloques de la II República: Frente Popular y CEDA. Los primeros aglutinados en lo que podría ser una izquierda “neo-independentista” y los segundos bajo el control del poder económico-financiero.

Convocan elecciones a la desesperada a dos meses vista  -invitando incluso a los rebeldes a presentarse- a ver si aprovechando el desconcierto y el repunte patriótico “cambia la tortilla” favorablemente a sus intereses partidistas, refuerzan sus “chiringuitos” en Cataluña y de paso, se pliegan a las exigencias de los nacionalistas vascos –que están agazapados, tomando buena nota del “Proces”- para que les apoyen en la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, instrumento vital para seguir aferrados al poder a toda costa.

España necesita de hombres y mujeres de Estado para su gestión y gobierno; elegidos por el pueblo y no por la oligarquía de los partidos; que respondan ante los ciudadanos y no ante el líder que los coloca en las listas electorales o en los cargos públicos.

España necesita una verdadera división de poderes y una ley electoral representativa y justa para comenzar a hablar de regeneración y democracia real.

España exige rodearse de aquellos quienes consideran la política como la prestación temporal de un servicio público, expulsando a los oportunistas y ambiciosos que ahora la abrazan como fuente de privilegios o como una profesión y medio muy lucrativo de vida.

España está herida, sufre maltrato, saqueos, corruptelas y humillaciones. Pretenden destrozarla sacándola a subasta por parcelas, ultrajando a quienes a lo largo de los siglos levantaron generosamente los cimientos y los valores que todavía unen a sus ciudadanos y territorios.

España lleva tiempo clamando a los suyos, a esa que llaman “mayoría silenciosa”. Ya es hora de “oír sus gritos”, salir de la modorra y acabar con esa especie de servilismo voluntario que nos lleva a confiar en quienes nos engañan y subyugan permanentemente.


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