La situación política en Melilla es preocupante porque sigue por los peligrosos derroteros iniciados ya hace algún tiempo. La dolorosa gangrena que invade hasta la raíz cualquier atisbo de concordia, puede sentirse, olerse y palparse a diario. Pero no crean que ello preocupa a la clase política y dirigente: en absoluto. La hipocresía, los subterfugios, mentiras y utilización torticera de la ley, son elementos instalados en el comportamiento y discurso de la inmensa mayoría. Y de eso se trata, de obtener la mayoría o el poder a cualquier precio; porque aquí, tan solo interesa el corto plazo y la obtención de réditos y privilegios lo antes posible. Es como si subyaciera el convencimiento de que no tenemos futuro como melillenses, y nos entregáramos al saqueo frenético de cualquier cosa que pueda ser de utilidad a nuestros egoístas intereses.
Supongo, que esa permanente “provisionalidad”, es otro “gen” instalado en el ADN heredado de los viejos africanistas del Protectorado, aquel que todavía hoy tiene “pavor y miedo al moro”, un horror que se generó en el año 1921, cuando Abdelkrim El Khattabi, pudo haber “pasado a cuchillo” a toda una población arrinconada como último reducto en el Puerto.
No me tachen de exagerado, ni de alarmista, porque bien saben ustedes que “esa bandera”, se sigue esgrimiendo sibilinamente por algunos defensores e impulsores en otros tiempos del “nacionalismo españolista melillense”, que mantienen en su ideario, bajo el abrigo y tapadera de innumerables disfraces. La reacción desenfocada y radical a esa circunstancia, ha convertido el teatro político local en una especie de cruzada del “bien contra el mal”, en un “dualismo maniqueo” nada sano, que no facilita la posibilidad de términos medios o más moderados.
En Melilla, no sólo tenemos abierta una peligrosa brecha social, también tenemos un “socavón político” de profundidad cada vez mayor; es como el fondo abisal marino, repleto de oscuras incógnitas e incluso de monstruos sin descubrir, pero perfectamente imaginables.
No voy a entrar ahora a analizar el origen de una “ruptura” cuyos responsables la siguen alimentando con sus intransigencias y artimañas. Porque están ahí, los vemos todos los días y, además, están legitimados mediante el voto de muchísimos ciudadanos que siguen facilitándoles su confianza. Los reproches mutuos, son constantes entre un bando y otro; son viscerales sus odios; son permanentes sus beligerancias. Es el perfecto caldo de cultivo para que esta sociedad se divida aún más, hasta llegar a una descomposición que destroce la pacífica convivencia de este pueblo.
Y para finalizar, un dato matemático y relevante sobre las supuestas “mayorías” que nos gobiernan: 16.820 personas otorgaron esa amplitud -según la injusta Ley Electoral que todo lo pervierte- al Partido Popular, vencedor de las elecciones municipales.
Entre los votantes de otras opciones políticas, los que lo hicieron en blanco, votos nulos y aquellos que decidieron quedarse en casa por estar muy cabreados con el sistema -19.228- suman la friolera de 33.925. Conclusión: es una élite minoritaria –con calculadora en mano- quién realmente dirige los designios de la población melillense; son unos pocos, quienes imponen sus criterios, fórmulas e ideas a los demás. A eso, yo lo llamo descafeinar la democracia y dejarla sin “sabor”.
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