Emilio Guerra
El consejero de Deportes Sr. Robles, sigue haciendo de las suyas. La práctica favorita del que se llamaba "socialista" en su época del PIM –hay que ver como evoluciona el ser humano- de todos es bien conocida: dilapidar o despilfarrar los presupuestos de su área de gestión, que ronda los diez millones de euros.
La política del “amiguete” o del “colega”, en Robles tiene la máxima expresión. Es famosa su particular distribución de las millonarias subvenciones clientelistas y manipuladoras; como también su inclinación a los que él llama “grandes eventos”, que no sirven para nada, excepto para gastar indiscriminadamente algunos millones de euros con escasa o nula repercusión entre la ciudadanía: sirva como ejemplo la Semana Náutica.
Ahora el Sr. Robles, ha comprado para su consejería un automóvil –a ellos no les llega la crisis- y su máxima preocupación, no es la puesta en marcha de políticas deportivas escolares, no. Su atención se centra en recolocar –lo saco de un sitio y lo meto en el otro- al chofer o conductor, previamente elegido entre sus afines, claro.
El consejero de Deportes Sr. Robles, sigue haciendo de las suyas. La práctica favorita del que se llamaba "socialista" en su época del PIM –hay que ver como evoluciona el ser humano- de todos es bien conocida: dilapidar o despilfarrar los presupuestos de su área de gestión, que ronda los diez millones de euros.
La política del “amiguete” o del “colega”, en Robles tiene la máxima expresión. Es famosa su particular distribución de las millonarias subvenciones clientelistas y manipuladoras; como también su inclinación a los que él llama “grandes eventos”, que no sirven para nada, excepto para gastar indiscriminadamente algunos millones de euros con escasa o nula repercusión entre la ciudadanía: sirva como ejemplo la Semana Náutica.
Ahora el Sr. Robles, ha comprado para su consejería un automóvil –a ellos no les llega la crisis- y su máxima preocupación, no es la puesta en marcha de políticas deportivas escolares, no. Su atención se centra en recolocar –lo saco de un sitio y lo meto en el otro- al chofer o conductor, previamente elegido entre sus afines, claro.
esta perla me desmaya! diez millones de euros! más de mil seiscientos millones de las antigüas pesetas. Cada día estoy más convencido que Melilla es la cueva de Alí Baba porque los cuarenta ladrones tienen cara y foto.
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